“Ayer no pude más con la dieta y me comí todo
lo que encontré en la refri” (Camila, 16 años)
“Puedo pasarme todo el día comiendo papitas y cualquier cosa sin
culpa porque sé que iré al gym más tarde” (Paola, 15 años)
Aparentemente, la actual generación de adolescentes se muestra más propensa a presentar conductas adictivas y con esto no sólo nos referimos al tema de drogas legales e ilegales, también abarca los rituales de compras, rutinas de ejercicios, hábitos de alimentación, tiempo invertido frente de la computadora, etc.
Si nos centramos específicamente en el tema de la comida, vemos dos polos sumamente marcados, por un lado tenemos el tema de comer de todo – de todas maneras se va a matar en el gym – y en el otro extremo tenemos los trastornos de alimentación, que podríamos decir que empiezan con la idea de “no comer de más”, que muchas veces termina convirtiéndose en “no comer nada” y en el ínterin “como, pero vomito”.
Al parecer, el comer se ha vuelto una experiencia de suma importancia, no solo porque hemos demostrado que somos un país con una gran cultura culinaria, o porque al peruano le guste comer bien, sino porque ahora todos, de alguna u otra manera, estamos enganchado a dietas y regimenes. Lo beneficioso de esto es que se maneja mayor y mejor información sobre lo nutricional, cosa que antes no ocurría y se comía lo que habían preparado en casa sin chistar. Sin embargo, lo desventajoso es que ahora se le da miles de vueltas a qué se come y qué no se come, lo cual puede llegar a ser muy dañino psicológicamente hablando.
Si bien es cierto, estas conductas se pueden presentar tanto en varones como en mujeres, existen diferencias. En las mujeres, por ejemplo, el tema de la preocupación por la alimentación y las calorías es más marcado y pueden hacer más uso de los famosos batidos, las pastillas o los parches para bajar de peso. Por su parte, los varones tienden más a ir al gimnasio, entrenar algún deporte o hacer alguna actividad física de manera intensa, sin restringir mucho lo que comen.
Cómo apoyar a su hijo adolescente en su relación con la comida:
lo que encontré en la refri” (Camila, 16 años)
“Puedo pasarme todo el día comiendo papitas y cualquier cosa sin
culpa porque sé que iré al gym más tarde” (Paola, 15 años)
Aparentemente, la actual generación de adolescentes se muestra más propensa a presentar conductas adictivas y con esto no sólo nos referimos al tema de drogas legales e ilegales, también abarca los rituales de compras, rutinas de ejercicios, hábitos de alimentación, tiempo invertido frente de la computadora, etc.
Si nos centramos específicamente en el tema de la comida, vemos dos polos sumamente marcados, por un lado tenemos el tema de comer de todo – de todas maneras se va a matar en el gym – y en el otro extremo tenemos los trastornos de alimentación, que podríamos decir que empiezan con la idea de “no comer de más”, que muchas veces termina convirtiéndose en “no comer nada” y en el ínterin “como, pero vomito”.
Al parecer, el comer se ha vuelto una experiencia de suma importancia, no solo porque hemos demostrado que somos un país con una gran cultura culinaria, o porque al peruano le guste comer bien, sino porque ahora todos, de alguna u otra manera, estamos enganchado a dietas y regimenes. Lo beneficioso de esto es que se maneja mayor y mejor información sobre lo nutricional, cosa que antes no ocurría y se comía lo que habían preparado en casa sin chistar. Sin embargo, lo desventajoso es que ahora se le da miles de vueltas a qué se come y qué no se come, lo cual puede llegar a ser muy dañino psicológicamente hablando.
Si bien es cierto, estas conductas se pueden presentar tanto en varones como en mujeres, existen diferencias. En las mujeres, por ejemplo, el tema de la preocupación por la alimentación y las calorías es más marcado y pueden hacer más uso de los famosos batidos, las pastillas o los parches para bajar de peso. Por su parte, los varones tienden más a ir al gimnasio, entrenar algún deporte o hacer alguna actividad física de manera intensa, sin restringir mucho lo que comen.
Cómo apoyar a su hijo adolescente en su relación con la comida:
- Escuchar lo que piensa, informarse sobre las ideas que él tiene y derribar los mitos.
- Ahondar las causas de sus preocupaciones, por ejemplo es diferente el adolescente que deja de comer papitas fritas por temor al acné al que deja de comer drásticamente todo alimento cocinado con aceite por temor a ganar peso.
- Estar muy atento a los métodos que utilizan para bajar de peso, especialmente si se trata de batidos, pastillas o dietas que ellos mismos han conseguido o han sido recomendados por amigos.
- Con respecto al deporte, siempre es bueno tener alguna actividad física, pero pueden negociar las horas que se le dedica. Así como, salir a correr o montar bicicleta junto con su hijo.
- Si usted presiente que su hijo adolescente ha dejado de ser “fastidiosito” para comer, para convertirse en inapetente o hambriento sin razón aparente, es recomendable que conversen con un especialista para que evalúe la situación.
ATENTAMENTE SADITH SAMANIEGO.
S/C
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